Cine, TV, Video: crítica: Sacrificio de Peón (Pawn Sacrifice) (2015)

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Pawn Sacrifice narra el ascenso, apogeo y eventual caída de Bobby Fischer, un norteamericano que se alzara con el título de campeón mundial de ajedrez a principios de los años 70 – y cuando los soviéticos dominaban el juego ciencia de manera masiva e inexpugnable -. Las performances son buenas y la historia es interesante, aún cuando algunos mecanismos dramáticos resulten toscos o queden a mitad de camino.

Bobby Fischer se entera del revuelo que provoca en Washington su conducta, en una escena de Pawn Sacrifice

Bobby Fischer se entera del revuelo que provoca en Washington su conducta, en una escena de Pawn Sacrifice

Por Alejandro Franco – contáctenos

Intérpretes: Tobey Maguire, Liev Schreiber, Peter Sarsgaard, Michael Stuhlbarg, dirigidos por Edward Zwick

Pawn Sacrifice (2015)Yo conozco el Ajedrez desde que tenía 8 años y, cuando llegué a la adolescencia, comencé a participar en torneos escolares, ocupación que demandó una preparación deportiva mas seria ya fuera leyendo mucho, practicando y disciplinándome. Ciertamente el Ajedrez no es el juego mas amigable del mundo – para dominarlo de manera mínima se precisa estudiar bastante – pero resulta enormemente satisfactorio en muchísimos aspectos: la mente se disciplina, la memoria se vuelve eficiente, la concentración se desarrolla y, sobre todo, la pasión se vuelve efervescente. Es una pulseada de ingenios tan larga y sacrificada que cada victoria equivale a una inyección de adrenalina: el esfuerzo es mucho pero la recompensa es genial.

Desde ya, para el neófito que ni siquiera sabe cómo se mueve un peón, le parecerá un bodrio interminable. Las partidas de torneo suelen durar entre dos y tres horas, y el estatismo impuesto por la dinámica del juego es acalambrante. Es ciertamente un espectáculo para entendidos: los espectadores deambulan entre las mesas, creen reconocer las estrategias de los jugadores, anticipan movidas y, al rato largo, vuelven a ver si sus estimaciones se volvieron realidad o si se generó algo realmente fuera de lo común, tan atípico como genial. En el silencio de la sala proliferan los cálculos silenciosos, las predicciones interminables… un desgaste mental tan intenso como mudo que sólo pueden percibirlo quienes han practicado el juego con un mínimo de disciplina.

Como todo deporte que se precie existen los idolos – los grandes campeones que han hecho historia – y, entre todos los que han dejado su marca en la historia del juego ciencia, se destaca Bobby Fischer: para muchos el mejor jugador de la historia, el maestro con el mayor ranking ELO que haya existido – aunque las actualizaciones de los indices lleven a dichos números al terreno del debate – y, sin lugar a discusiones, un genio fuera de serie. Lo suyo era inteligencia pura y arrojo, un tipo con coraje que se animaba a guapear a las escuadras de maestros soviéticos – partidarios de un juego conservador – con un estilo tan agresivo como brillante. Una estrella fugaz en el firmamento que se lució como nunca en 1972, cuando obtuvo el título de campeón mundial de ajedrez derrotando a Boris Spassky y cortando una interminable racha de campeones soviéticos instalada desde 1948.

Hay muchas cosas por la cual la historia de Fischer es apasionante: primero, por su personalidad tan brillante como conflictiva; segundo, por su épica de derrotar él solito a la implacable máquina soviética y, tercero, por hacerlo en una etapa álgida de la Guerra Fría. El problema es que hablamos de Ajedrez, el cual no es ni el deporte mas cinemático del mundo ni ni el más fácilmente entendible del planeta.

Acá el director Edward Zwick (El Ultimo Samurai) se da maña para bajar línea y convertir a las estáticas partidas de ajedrez en algo intenso. No pasa por entender las movidas – Zwick ensaya algunos recursos en la onda de Una Mente Brillante, con textos sobreimpresos en pantalla y movidas imaginarias – sino por recrear actitudes y climas. El ver cómo los rostros cambian al ver la evolución de la situación del tablero, o como la satisfacción de uno se vuelve la desesperación de otro. Incluso Zwick dirige de tal manera a sus intérpretes que los mismos hablan con pasión real de sus análisis y partidas. Esta gente mueve las piezas y vomita proyecciones con la intensidad de un profesional, golpeando piezas, moviendo trebejos con gran velocidad, levantando la voz para exhibir la genialidad de sus descubrimientos y conclusiones. Se ven reales,y ello es de agradecer por quienes hemos conocido este maravilloso juego.

Mientras que el aspecto deportivo está resuelto con ingenio y actitud, los problemas de Pawn Sacrifice pasan por el aspecto dramático, el cual – en unos cuantos momentos – bordea el nivel del telefilme de la semana. Lo más molesto resulta ser la niñez / adolescencia de Fischer, en donde los actores elegidos no son los mejores y la historia abunda en cliches: el niño enojado con su madre promiscua, o los adultos shockeados por la brillantez del genio. En donde Pawn Sacrifice gana sus pies es cuando llegamos a la adultez de Fischer y Tobey Maguire entra en escena: no es la primera opción que a uno se le hubiera ocurrido para el papel – es petiso y tiene pinta de nerd -, pero Maguire le pone tanto arrojo que termina haciéndose con el rol de manera impecable.

En el fondo Pawn Sacrifice no difiere mucho de la historia de Una Mente Brillante o, si se quiere, El Códgio Enigma. La capacidad analítica e iconoclasta de los genios los vuelve brillantes en su rubro, pero esa visión crítica se convierte en manía y termina por afectar a toda su personalidad. Se hacen individuos solitarios y apáticos, críticos compulsivos de las reglas sociales y, en los casos mas extremos, ególatras incontrolables. Y, en ese vicio del análisis profundo y constante de todo – su necesidad compulsiva de trascender la realidad tal como todos la entienden -, suelen caer en fantasías paranoides. Como John Nash en A Beautiful Mind, Bobby Fischer llega al apogeo en su momento de mayor desquicio: le molestan los ruidos mínimos, cree que los soviéticos están a punto de matarlo, y es capaz de destrozar todo un departamento en busca de micrófonos. En su caso, es la presión de llegar a la final con el campeón mundial – y hacer historia al derrotarlo, siendo el primer norteamericano nativo en obtener el título – lo que termina por desmadrarlo. La historia previa de Fischer tiene visos interesantes pero lo verdaderamente apasionante es el desquiciado match por el título mundial en Islandia en 1972. Es un Fischer paranoico al máximo, escuchando cintas conspirativas todo el tiempo y exigiendo locuras y ridiculeces… llegando al punto de alterar a propios y ajenos. Durante mucho tiempo se adujo que era una táctica para desmoralizar a su oponente ruso – y sin lugar a dudas llegó a afectarlo -; pero, mas que un caso de divismo extremo, se trataba en realidad de las manifestaciones de un individuo al límite el cual, en otras circunstancias, debería haber quedado internado en un hospital siquiátrico.

Mientras que Tobey Maguire pone la intensidad y locura que precisa el personaje, el resto del cast queda medio perdido en un libreto que no se encarga de desarrollar demasiado sus personajes. Quizás el mas interesante sea el pastor que asesora y prepara a Bobby y el cual está compuesto por Peter Sarsgaard, el cual rezuma tanto inteligencia como sentido común y va brindando lecturas apropiadas de todas las chifladuras del campeón norteamericano. Lamentablemente el Boris Spassky de Liev Schreiber queda criminalmente desperdiciado, siendo la primera y principal víctima del accionar de su oponente estadounidense.

Pawn Sacrifice es una película indie bastante interesante, lástima que el tema sólo le interese a unos pocos. No es un filme sobre Ajedrez – aunque el mismo tiña la mayoría de los fotogramas de la cinta – sino la crónica del descenso a los infiernos de un genio, cuya hiperactividad mental (fruto de una personalidad conflictiva y brillante) lo llevó a implosionar en el punto máximo de su carrera. Las performances son buenas, la recreación de época excelente, y el drama es pasable, aún cuando haya algunas desprolijidades y el climax no resulte del todo satisfactorio.