Cine, TV, Video: recordando a Lilian Gish

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En esta ocasión hemos recibido una colaboración con motivo de los 110 años del nacimiento de Lilian Gish. Tenemos el agrado de presentar el siguiente artículo en nuestra sección espectáculos

Por el Lic. Horacio E. Ruiz

El “lirio de la pantalla” (1893-1993) retozó durante más de setenta años en el jardín inmemorial de las imágenes: fue y seguirá siendo el rostro de la inocencia-y del cine- que con menos publicidad y mayor encanto que otras divas de la época, desplegó un encanto único e irrepetible. A diez años de su muerte física y a ciento diez de su nacimiento, la fiel discípula de David W. Griffith, conserva perdurabilidad y desde su nombre resuenan ya los primeros y pioneros intentos de instalar la nueva imagen cinematográfica.

Ya en 1912 intervino en doce películas de apenas uno o dos rollos, asociada todavía a su otra gran pasión:el teatro. El cine era silente entonces y Gish aprendió el juego de la heroína trágica con mohínes breves y con recursos que otras actrices muy pronto imitaron.

Miss Lillian Gish nació en Ohio, el 14 de octubre de 1893 y a los cinco años debutó en un melodrama teatral, In Convict Stripes, antes de ser bautizada la “primera dama del cine mudo”. En 1912 conoció en la Biograph a una jovencita llamada Gladys Smith, rebautizada Mary Pickford, quien le presentó a su guía indiscutido: mr. Griffith. Inmediatamente tuvo una pequeña participación en Un enemigo invisible. Sería ocioso citar las decenas de film breves que Lillian rodó con su promotor: basta recordar El nacimiento de una nación (1915), Judith de Bethulia, Las hermanitas, Corazones del mundo, y, fundamentalmente, Pimpollos rotos (1919) y Huérfanas de la tempestad (1922).

En el año 1925 sucedieron dos hechos que desembocaron en una metódica guerra de los productores contra las estrellas. En principio, la industria del cine se vio ligada indisolublemente a Wall Street, con la ingerencia de la banca en asuntos propiamente cinematográficos. Este poder económico ni siquiera pensó en reducir salarios o en despedir estrellas. La solución consistió en una técnica más sutil, como señala Louis Brooks en su biografía Lulú en Hollywood,”dejando en manos de un fracaso de taquilla el golpe de gracia”. La primera víctima fue Miss.Gish. Su martirio resultó muy oportuno para Hollywood: como símbolo de pureza radiante, eclipsaba a la nueva sex star. Durante ese año también se consiguió abolir la censura en veinticuatro estados. En Nueva Yor, Will Hayes funda la Junta Nacional de Crítica, la cual “se oponía a la censura legal y estaba a favor de un método constructivo de selección de las mejores películas”, y había aprobado tres como producto de realismo sexual en la pantalla: Una mujer de París(1923), Avaricia(1924) y Cazadores de almas (1925). En un par de años, las grandes estrellas perdieron el apoyo incondicional que acostumbraban brindarles los estudios. La oportuna coincidencia del cine sonoro justificó, con razones más aparentes que reales, la desaparición de muchas de las favoritas.

En el año 1924 de produce la gran última referencia a la Gish, por Romola “una de las producciones cinematográficas más altamente prometedora de la temporada” (Photoplay, octubre de 1924). En 1926 existe una crítica feroz a su persona. En Photoplay (junio de 1926) aparece un comentario demoledor sobre el film The Scarlet Letter, dirigida por Víctor Sjostrom: “Lillian Gish sobrelleva la letra roja del pecado con su habitual dulzura virginal”. Etiquetada a los treinta y un años como una pieza de mueseo codiciosa, tonta y asexuada, la gran Lillian abandonó Hollywood casi definitivamente. Es que la actriz de Griffith fue atacada por un cine sonoro incipiente y demoledor: en ese momento los espectadores se inclinaron por films con voces, canciones y ruidos. La actriz viajó a Nueva York y abrazó su viejo amor: el teatro. Con apariciones esporádicas en cine (Vivir dos vidas, The Top Man, La vida en sus manos, Duelo al sol, El retrato de Jennie, La noche del cazador, Lo que no se perdona), se le concede en 1970 un Oscar honorífico y mantiene alta la imagen de Griffith como pionero a través de una heroica dedicación didáctica: es que la Gish nunca pudo abandonar del todo la cinematografía; formaba su quintaesencia. A cien años de su nacimiento y a diez de su muerte corporal, Lillian Gish sigue siendo, como en el film Intolerancia (1916) la “madre que mece la cuna eterna” de imágenes también memorables y eternas.

NOTAS DE DATACRAFT: Lilian Gish desarrolló posteriormente una carrera bastante prolífica en participaciones secundarias y terciarias en el cine. Era la actriz fetiche de D.W.Griffith, enorme realizador de principios del siglo XX que creó un nuevo estilo majestuoso de cine; Intolerancia y El Nacimiento de una Nación son sus obras cumbres y son consideradas patrimonio nacional en EE.UU, aunque en su momento fueran fracasos de taquilla. Will Hayes, a quien se referencia en la nota, estableció el código Hayes, una norma de censura que estiulaba peliculas politicamente correctas y acotaba temas sexuales y políticos mostrados en el cine. Este código rigió hasta mediados de los años ´60.